En las páginas de Somos instantes, la escritora Natalia Moderc despliega un relato de doble trazo, dos vidas que transcurren en paralelo a través de los siglos y se conectan por la más delicada —y poderosa— de las tramas: la del alma humana. Esta tercera novela de la autora argentina, ambientada entre la Roma contemporánea y la del año 79 d.C., nos invita a una reflexión íntima sobre la fugacidad de la existencia, el amor como puente entre mundos y el sutil entrelazamiento del pasado con el presente.
La protagonista, Giulia D’Angello, es una joven arqueóloga romana que, tras la súbita muerte de su esposo, encuentra entre sus pertenencias un anillo de origen incierto. Este descubrimiento se transforma en el detonante de una búsqueda que no solo la llevará por las ruinas físicas de Roma y las calles de Estocolmo, sino también por las ruinas emocionales de su propia alma. Mientras Giulia se esfuerza por reconstruir su vida, otra voz —la de Flavia, una adolescente de la antigua Roma— emerge desde las cenizas de Pompeya. Se trata de un juego narrativo preciso y envolvente, en el que las voces de ambas mujeres dialogan en un espacio sin tiempo.

Moderc, que ha vivido entre Inglaterra, Suecia y Argentina, vuelve a demostrar su habilidad para entrelazar géneros —romance, misterio, ficción histórica— en una arquitectura narrativa rica en detalles arqueológicos y sensibilidad emocional. La documentación histórica es precisa, pero lo que más conmueve es la manera en que la autora aborda el duelo: no como un final, sino como un umbral. Como bien ha dicho la propia autora, “la arqueología no es solo la profesión de Giulia, sino una metáfora poderosa: desentierra el pasado, busca verdades ocultas y reconstruye historias que otros han olvidado, al igual que seguramente ha tenido que reconstruir la suya”.
Detrás de la creación de esta novela hay una experiencia personal tan potente como universal: la pérdida de dos familiares muy cercanos en un corto lapso de tiempo. Desde ese dolor surge esta historia de redención, amor y memoria. Y si Roma es el escenario elegido, no es por azar: “desde pequeña, la primera vez que fui a esta ciudad y vi las ruinas pensé cuántas generaciones habían pasado por allí”, confiesa la autora. Roma, con su peso simbólico y su arquitectura eterna, se convierte en personaje vivo y palpitante.
Los lectores han definido la novela como “una experiencia literaria profunda y original”, destacando su capacidad para emocionar y hacer reflexionar. Y es que Somos instantes no solo entretiene —con sus misterios, sus pasiones y sus paisajes—, sino que también nos recuerda que todos habitamos el tiempo como un territorio frágil, que solo cobra sentido a través de los vínculos invisibles que tejemos entre nosotros, y con quienes ya no están.
En un mundo que avanza con prisa, Somos instantes propone una pausa. Una invitación a mirar hacia atrás para comprender el ahora, y a sentir —como Flavia, como Giulia— que quizás el amor, como el arte, como la memoria, puede sobrevivir al olvido.

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